19 abril 2009

OBAMA, EN PRUEBA DE AUDIOMETRIA

Por Emilio Cafassi |*|

La cumbre recién comienza. Esbozo estas líneas sólo con los primeros discursos de ocasión. Aún si hubiera terminado ninguna cumbre culmina en despedidas, reverbera luego, invita al análisis.

Sin embargo, en su desarrollo, jamás Estados Unidos tuvo una responsabilidad tan directa ni de tan basta magnitud, en las diversas variantes de crisis económica, social, ecológica y humanitaria en que se encuentra sumida la humanidad. Crisis de subproducción de valores de uso, de riqueza material concreta en todos los países y regiones sometidos a su agresión física y hostigamiento (o el de sus aliados más cercanos y exacerbados). Sus bombardeos, ocupaciones y bloqueos produjeron ­y continúan produciendo- la destrucción material de activos e infraestructura productiva incluyendo la aniquilación de parte de la fuerza de trabajo activa. En tales países, además de la violencia, gobierna la desolación. Allí la miseria es consecuencia directa de la devastación física, aunque en ciertos casos pudiera preexistir, agravándola. Crisis, qué duda cabe, a la que nos tuvo acostumbrados inveteradamente.

Pero además, crisis -hoy en su apogeo- de sobreproducción de valores (de cambio, aunque también éticos), típicamente capitalista, que en defensa férrea de un precio que garantice la tasa de ganancia de las empresas, frena el ritmo productivo, desacelera la inversión tentada hacia las finanzas, expulsa trabajadores, subocupa medios de producción, realimentándose luego como consecuencia de la disminución de la demanda solvente; cuando no destruye capital fijo de manera directa. Cuando Bush visitó Mar del Plata, los bancos estaban de parabienes.

El panorama internacional es directamente calamitoso, signado por estos complementarios arquetipos de crisis sucintamente señalados líneas arriba y remite a un actor omnímodo en todas las manifestaciones de su realidad. Ciertamente no puede culparse al presidente Obama por todas estas ruinas como bien señaló diplomáticamente, en el discurso inaugural la presidenta Kirchner. Pero es quien tiene en sus manos la posibilidad concreta de comenzar a deconstruir la barbarie institucionalizada que dirige el mundo y lo sume en destrucción, desesperanza y oprobio. En tal sentido, no creo que resulte esperable, ni simple, ni efectiva, su intervención en la crisis capitalista de los países desarrollados y su inevitable exportación a través de los mecanismos de globalización económica instaurados y vigentes. Menos aún financiando a los culpables para regocijo de sus ejecutivos que cobran premios bonificados como héroes de proezas. Sí lo resulta, inversamente y de forma inmediata, la desactivación de las acciones que en el plano militar y diplomático, vienen produciendo las crisis del primer tipo con implicancias políticas y éticas. No sería poca cosa si se lo propusiera -y menos aún si lo lograra- aún parcialmente.

Si alguna región puede colaborar con este propósito es precisamente América Latina, cohabitantes continentales del amo. No se avizora una perspectiva siquiera tenuemente progresista en el resto del mundo. Ni la demoteocracia terrorista -aliada satelital de los EEUU- la representa en oriente medio, ni tampoco sus enemigos político-religiosos. El resto de Asia parece signado por la parálisis y la destrucción. En Oceanía el panorama es de quietismo y África lucha contra flagelos directamente premodernos como para presentar una alternativa de cambio. Europa se ha quedado sin izquierda real. Sólo en el sur de nuestro continente se vienen desarrollando experiencias de reconstrucción social, política y económica, desiguales y contradictorias -bueno es reconocerlo- pero reales y con continuidad. En parte esta descripción quedó reflejada en la palidez, o directamente en el fracaso de la cumbre del G20, para torcer siquiera un ápice, el curso de la actualidad. Inversamente, producto de otra composición política y de clase, la que se está desarrollando, plantea algunas perspectivas de cambio si la escucha, particularmente del titular del imperio, estuviera afinada.

La cartografía política no es ciertamente monocromática como, con explicable fervor, fue trazada por la tapa de este diario al día siguiente del triunfo de Funes en El Salvador. Las diversas variantes progresistas están sometidas a complejas correlaciones de fuerzas y alianzas que en algunos casos permiten mayores avances y en otros los obstaculizan. Los gobiernos no operan en soledad y sus iniciativas u omisiones no dependen exclusivamente de su voluntad sino de la extensión y vigor de las bases sociales en las que se apoyan y de la reacción que enfrentan entre muchas otras variables de la política realmente existente.

Precisamente, un indicador que no debe minusvalorarse a la hora de trazar balances del curso de los gobiernos de la región, es el grado de recomposición de las derechas y sus métodos de combate. Tampoco el presidente mulato, con sólo haber capturado políticamente las aspiraciones de millones de negros, inmigrantes y desposeídos puede hacer y deshacer a voluntad en el complejo entramado de intereses políticos y económicos en el que está inserto.

Pero ya comenzaron a delinearse las piedras fundacionales de lo que se insinúa como una nueva arquitectura diplomática regional. El síntoma es paradojal: en ausencia de una nación insular americana (desde 1962 expulsada de la OEA), los 33 jefes de estado restantes caminan con precario equilibrio sobre la cuerda tendida por el ausente, circunvalan luego el centro con diplomática pericia y toman nota de equidistancias y posibles interacciones. Cuba es el núcleo (ausente) de la cumbre y, al modo de la fisión nuclear, si efectivamente se lo roza sobrevendrá posteriormente la onda expansiva. Aunque se hable de otra cosa. No hay que esperar grandes resoluciones de cumbre alguna, cuyo lenguaje es siempre el de la elusión, el ornamento y la tangencialidad. Las segundas y terceras líneas de la diplomacia se encargarán de fijar las metas sin perder por ello la compostura.

El presidente Obama y su canciller, la Sra. de Clinton, se adelantaron a la cumbre al adoptar algunas tibias medidas para los cubano-americanos, aunque no para el resto de la población, además de expresarse respecto al fracaso de la política respecto a la isla. Particularmente el presidente escribió que su propósito es "apoyar la libertad, igualdad y los derechos humanos de todos los cubanos". Loable objetivo que no solo debe restringirse a sus inmigrantes de origen cubano sino a todos los habitantes del mundo, incluyendo obviamente a los estadounidenses que bien podrían tener la libertad de viajar a Cuba y formarse opinión in situ del nivel de igualdad o desigualdad que allí impera, del acceso a la educación o la salud y del régimen político que lo rige, con su unicato, su identificación entre el partido y el estado, su prensa monodiscursiva, su reeleccionismo ilimitado y su nepotismo, entre otras tantas particularidades. Quién suscribe concluye que tal régimen político está agotado y es agobiante, producto de varios viajes y consecuente etnografía, sin perjuicio de lo cuál en ningún caso merecería ni bloqueo, ni invasión ni hostilidad alguna como tampoco los regímenes aberrantes que tuvieron lugar en Irak o Afganistán, entre los muchos que asolan la tierra. Todos los gobernantes de estado deberían leer con precaución los informes de Amnesty internacional o Human Right Watch a fin de evaluar la veracidad de los déficits que se señalan en cada sitio e implementar políticas para su superación. Desde las tecno-fortificadas cárceles clandestinas de la CIA, hasta las de latón del Uruguay, en este último caso, legales e inspeccionables, pasando por cada país del hemisferio generador de injurias humanas por acción u omisión.

Obama ya ha dado algunos pequeños grandes pasos, aún insuficientes por cierto, en dirección a un cierto respeto por los derechos humanos, particularmente cuando de los exógenos se trata. Cerró (con los exasperantes plazos de la inercia burocrática y la flema transicional) las cárceles clandestinas de ultramar. Prohibió además, la continuidad de la tortura. Pero su mayor contribución seguramente sea la publicación de los "memos" de tortura de la CIA, eufemísticamente llamados de "interrogatorios mejorados". Como contrapartida, en detrimento de tales derechos, pretende proteger a los torturadores y responsables con la inmunidad. Esperemos que el fiscal de la corte penal internacional, mi compatriota y colega en mi universidad, Moreno Ocampo, tome nota de esta divulgación y comience a preparar el pedido de arresto de los autores materiales e intelectuales de esta monstruosidad, incluido el ex presidente Bush y su equipo. No está mal enjuiciar al presidente de facto de Sudán, pero se espera algo más de esta institución tan compleja como presuntamente independiente.

La política de derechos humanos debe ser fundamentalmente concéntrica. Si no se puede juzgar en el país de origen por leyes u órdenes de impunidad vigentes, es sumamente útil la intervención internacional. El primer paso es acorralar a los delincuentes es su propio territorio como lo estuvieron los genocidas argentinos aún durante el holgorio menemista sin poder pisar territorio extranjero, siquiera Punta del Este, o como, en contrario, lo corroboró Pinochet en Inglaterra gracias a la intervención del juez Garzón. No importa a esta altura que haya logrado huir, como previsiblemente lo hizo con complicidades políticas y sin hazañas como las de Punta Carretas. Luego tratar de seguir cerrando ese círculo hasta el más justo de los juicios con todas las garantías del caso, es decir sin tortura ni vejación alguna, con legítima defensa.

Si, tal como sostiene, el Presidente Obama fue a la cumbre a escuchar, habrá que aguardar atentos el resultado de su audiometría.

|*| Profesor titular e investigador de la Universidad de Buenos Aires, escritor, ex decano. cafassi@mail.fsoc.uba.ar

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