12 enero 2009

TRES AÑOS VIVIENDO EN UNA RATONERA

REPORTAJE: El conflicto de Oriente Próximo RADIOGRAFÍA DE LA TRAGEDIA EN GAZA

Sin agua ni energía, casi sin comida, sin calefacción y sin medicinas, el millón y medio de palestinos de la franja padece un desastre humanitario descomunal

JUAN MIGUEL MUÑOZ - Jerusalén - 12/01/2009
"Para muchas personas es un tormento cuidar a los bebés y los niños más pequeños. ¿Sabes? Se cagan. Pero no hay agua ni pañales. Imagina cómo nos las arreglamos", comenta Mohamed, padre de cuatro. Sin agua corriente, con escasísimo abastecimiento de alimentos, sin calefacción en invierno, sin poder escapar de la franja, sin capacidad para curar heridos.
"Para muchas personas es un tormento cuidar a los bebés y los niños más pequeños. ¿Sabes? Se cagan. Pero no hay agua ni pañales. Imagina cómo nos las arreglamos", comenta Mohamed, padre de cuatro. Sin agua corriente, con escasísimo abastecimiento de alimentos, sin calefacción en invierno, sin poder escapar de la franja, sin capacidad para curar heridos, el millón y medio de sus habitantes padece un desastre humanitario descomunal. Causado no sólo por el ataque brutal de 16 días de las Fuerzas Armadas israelíes. Desde hace tres años, el territorio sufre un bloqueo asfixiante que no hace sino empeorar. Pretende Israel acabar con el lanzamiento de cohetes. Sin duda, es cierto. Pero muchos apuntan a una estrategia calculada. "Gaza no es un caso de subdesarrollo económico. Es un caso único y cruel de subdesarrollo deliberado", ha escrito el historiador israelí Avi Shlaim. Para que no levanten cabeza. "Haremos volver a Gaza 20 años atrás", ha dicho un miembro del Gabinete israelí. Lo han conseguido.
En agosto de 2005 el Gobierno de Ariel Sharon ejecutó la evacuación de los colonos judíos de Gaza y representantes de organismos financieros internacionales auguraban un futuro halagüeño. Algunos hablaban de convertir Gaza en un enclave al estilo de Singapur. Pero los palestinos no celebraron aquella evacuación. Ni un alma salió a las calles. Están hartos de escuchar promesas. Ayer, amplias zonas del campo de refugiados de Yabalia, de Rafah, de Beit Lahia y de la ciudad de Gaza ofrecían imágenes dantescas, que recuerdan a la destrucción de Grozni, la capital chechena bombardeada.
La magnitud del desastre es especialmente cruda para los más de 3.000 heridos por el fuego israelí y los enfermos, quienes padecen una coyuntura traumática. No es nuevo. Ya lo vivieron casi 300 seres que murieron por falta de atención médica en 2008. El Gobierno israelí -y también el egipcio- les impidió ser tratados fuera de Gaza. Hubo casos sangrantes. Una familia obtuvo al fin el permiso de los servicios secretos israelíes. Tarde. El enfermo había sido enterrado días antes.
Es dramático también para los médicos, que pelean por paliar una situación desesperada. Los datos de las Agencias de Naciones Unidas son esclarecedores: el 70% de los pacientes crónicos ha suspendido sus tratamientos; entre el 25% y el 50% de los doctores y enfermeros no puede acudir a los hospitales, aunque en el sur superan el 90%. Se alerta del riesgo de epidemias. Los servicios de epidemiología, prenatales y los laboratorios han suspendido su actividad; las campañas de vacunaciones se han interrumpido en los 58 hospitales y centros de salud, de los que sólo 34 funcionan, y con generadores. Porque la electricidad es un lujo.
Tres de cada cuatro vecinos carece de luz. Hace frío y el riesgo de hipotermia para los niños es grave. "Hay muchas viviendas con las ventanas destrozadas. La gente tiene que colocar plásticos. Pero muchos que las conservan las abren para evitar que la onda de los bombardeos las destroce y lesione a alguien. Es peligroso", explica Mohamed.
Hace sólo tres años, Gaza era un lugar pobre. Con una economía a merced de los avatares políticos y siempre en declive. Sus habitantes se aprestaban entonces a votar. Venció Hamás. Y casi ningún país del mundo aceptó el veredicto de las urnas. Se acababa de firmar un acuerdo entre la Autoridad Palestina, Estados Unidos, la Unión Europea e Israel que fijaba en 450 contenedores el suministro diario a la franja. El promedio de los últimos días es de 67. Buen registro comparado con la media del mes de noviembre, cuando sólo 23 camiones descargaron cada día sus mercancías. Durante los meses de tregua, entre junio y diciembre de 2008, Israel nunca permitió un flujo que se aproximara ni remotamente a lo pactado.
Hace tres años, se compraba de todo en los supermercados. El día a día es hoy una lucha por la subsistencia. De las 27 fábricas de pan sólo nueve funcionan. "Las colas para comprar son kilométricas. Esperas cuatro horas para irte a menudo con las manos vacías. Hacemos en casa pan sin levadura. En las tiendas no hay de nada, se come habas secas, alguna legumbre y garbanzos a precios muy altos. ¿Verduras? ¿Eso qué es? Nadie se atreve a recogerlas en los campos. Y las carnicerías han cerrado. Los dueños no compran carne porque no pueden conservarla. ¡Pero si han bombardeado hasta las granjas de pollos!", explica Kayed, residente en la capital.
Casi un millón de personas dependen de la ayuda alimentaria de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (UNRWA) y del Programa Mundial de Alimentos. Han suspendido varias veces el reparto de comida. Y todo agravado porque Israel no permite a las demás ONG trabajar en Gaza desde el 4 de noviembre.
Se apreciaba en 2005 miseria. Y se observaban vertederos inmundos. Pero no sucedía lo que ocurre ahora en las ciudades norteñas de Beit Lahia y Beit Hanún. Las aguas negras emergen por las alcantarillas. Hay 170 estaciones de bombeo de agua y de tratamiento de aguas residuales. No funcionan. No hay combustible. El suministro de agua, que sabe a sal desde hace años, se ha cortado para el 80% de la población. Es un colapso general. Miles de palestinos no pueden comunicarse por el pésimo funcionamiento de la red de telefonía móvil y fija. Ni pueden, a veces, acudir a los entierros. No se enteran de la muerte de familiares o amigos.
Los reservistas entran en acción
Los reservistas israelíes han entrado en acción. Una señal de que la invasión terrestre se extenderá en las próximas horas o días y que ayer ya podía anticiparse porque los soldados combatían por primera vez en los barrios del sur de la ciudad de Gaza. Ocho días atrás, el Ejército llamó a filas a decenas de miles de reservistas para el caso de que se decidiera esa ampliación de los ataques por tierra al interior de las ciudades, lo que puede provocar un aumento de víctimas mortales ya escalofriante tras 16 días de batallas y bombardeos: 884 palestinos muertos -al menos 368 mujeres y niños-, y más de 3.800 heridos, 413 de ellos en estado crítico, según fuentes médicas palestinas.
Los acontecimientos se precipitan en esta guerra en la que el Ejército israelí está empleando, según Human Rights Watch, bombas de fósforo, prohibidas por los convenios internacionales. Mark Regev, portavoz de la Oficina del Primer Ministro, no lo desmintió. Sólo señaló que Israel utiliza armas de las que hacen uso otros países occidentales. Hamás disparó también por vez primera un misil tierra-aire.
Los masivos bombardeos produjeron ayer los primeros cuatro heridos por metralla en territorio egipcio. Y también se desató un incidente en el Golán sirio ocupado. Soldados israelíes fueron atacados a tiros. No hubo heridos. El Gobierno israelí cree que no fue obra de militares sirios, sino de hombres armados palestinos.

La franja en cifras

- Víctimas: 879 muertos y más de 3.100 heridos (1.080 niños).
- Desplazados: entre 80.000 y 90.000, la mayor cifra desde la guerra de 1967.
- Electricidad: el 75% de la población no tiene luz.
- Agua: 800.000 vecinos carecen de agua corriente. Paralizadas las 170 estaciones de bombeo de agua y de tratamiento de aguas negras.
- Ayuda: llegan de media 67 contenedores al día, cuando son necesarios 450 para mantener una actividad económica normal.
- Enfermos: el 70% de los pacientes crónicos ha suspendido su tratamiento.
- Médicos: el 25% de los médicos y enfermeros no puede acudir a los hospitales en la ciudad de Gaza. Los servicios de epidemiología, prenatales y los laboratorios han suspendido su actividad.
- Ambulancias: hay 92 en la franja. Once de ellas y tres clínicas móviles han sido alcanzadas por artillería o la aviación.
- Fábricas de pan: hay 27, pero funcionan sólo nueve.

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