15 enero 2009

LA HISTORIA NO EMPEZÓ CON UN KASAM

TODO: Entre la censura y el "consenso" logrado gracias a las bocas tapadas y no escuchadas,la desinformación y la fantasía diversionista de la propaganda, hay un sector de israelíes que no acepta la guerra y la masacre. Amira Hess, una de las valientes periodistas israelíes que publican notas sin prejuicios, ha contado hechos que son parte de la historia. No se trata de tener ciega fidelidad hacia gobernantes y militares que tienen la conciencia sucia y viven de la mentira permanente, ante la mirada cómplice de casi todo el resto del mundo. Escribí que los bombardeos a la población civil de Gaza son crímenes de guerra. Acaso, ¿no lo son? Andrés Aldao

LA HISTORIA NO EMPEZÓ CON UN KASAM

por Amira Hess* − Haaretz, 14 / I / 2009.

La historia no empezó con los cohetes kasam. Pero para nosotros, los israelíes, la historia siempre empieza cuando los palestinos nos lastiman, y entonces el dolor se extrae de su contexto. Pensamos que si les causáramos a los palestinos un dolor mucho más grande, ellos finalmente van a aprender la lección. Hay quien llama a esto “logros”.
De todas maneras, la “lección” sigue siendo abstracta para la mayoría de los israelíes. Los medios de comunicación israelíes le recetan a sus consumidores una estricta dieta de baja información y poca verdad, y rica en generales y sus bufones. Los medios son modestos, no nos refriegan por la cara sus logros: los niños muertos y los cadáveres que se pudren bajos sus escombros, los heridos que se desangran hasta morir, porque nuestros soldados disparan contra los equipos de salvamento, los niños cuyas piernas fueron amputadas por la terribles heridas causadas por distintos tipos de armas sofisticadas, los padres llorando amargamente, los barrios de viviendas borrados del mapa, las espeluznantes quemaduras que provoca el fósforo blanco; y también el pequeño éxodo −decenas de miles de personas fueron expulsadas de sus casas y siguen siéndolo en estos mismos momentos, y se les ordena concentrarse en zonas urbanas cada vez más reducidas, que también serán bombardeadas.
Desde que se instauró la autoridad palestina, la máquina de parloteo israelí agrandó la magnitud del riesgo militar que implican para nosotros los palestinos. Y cuando ellos pasaron de la piedra al fusil, y de la bomba molotov a los atentados suicidas, y de las minas a los kasam y del kasam al grad, y de la OLP al Hamás, los nuestros dicen, con expresión victoriosa: se los dijimos, son antisemitas, por eso podemos enloquecernos.
Lo que permite la locura del ejército israelí −las palabras pertinentes para describirlo no se encuentran en mi diccionario− fue el paulatino proceso de aislamiento de Gaza. La desconexión convirtió a los habitantes de Gaza en objetos abstractos, sin nombre ni dirección, salvo la de sus milicias, sin historia, salvo las fechas que los del servicio de informaciones israelí establecen para ello. El sitio a Gaza no comenzó cuando el Hamás se apoderó de las fuerzas de seguridad en la franja, ni tampoco cuando Gilad Shalit fue tomado prisionero, ni cuando el Hamás fue elegido en elecciones democráticas. El sitio empezó en 1991, antes de los atentados suicidas, y desde entonces se perfeccionó hasta el máximo en el 2005.
La máquina de parloteo israelí presentó alegremente la desconexión como fin de la ocupación, ignorando, con descaro, todos los hechos. La separación y el cerco se presentaron como necesidad militar. Pero nosotros ya somos adultos y sabemos que las necesidades militares y las persistentes mentiras sirven metas políticas. La meta de Israel fue destruir la solución de dos estados, que el mundo esperaba que se concretase en 1990, con el fin de la guerra fría. La solución no era perfecta pero en ese momento los palestinos estaban dispuesto a aceptarla.
Gaza no es una potencia militar que agredió a su pequeña y pacífica vecina, Israel. Gaza es la zona que Israel conquistó en 1967 junto a la franja oriental (Judea y Samaria −nota de los traductores). Sus pobladores son parte del pueblo palestino, que perdió su país y su tierra en 1948.
En 1993, Israel tuvo la mejor oportunidad de demostrarle al mundo que lo que se dijo de ella no era verdad. Que no es un estado colonialista por naturaleza. Que expulsar a un pueblo de su tierra, desalojar a las gentes de sus casas, robar tierras palestinas para las colonias judías no son las bases de su existencia y de su ser. En los años 90 Israel tuvo la oportunidad de demostrar que el año 1948 no fue su paradigma. Israel perdió esa oportunidad cuando renovó los métodos de robo de tierras y desalojo de viviendas, cuando apiñó a los palestinos en un sector aislado. Ahora, en estos días negros, Israel demuestra que el año 1948 no ha finalizado. ■
Traducido del hebreo por Ester Mann y Andrés Aldao

* Amira Hess es periodista israelí del cotidiano Haaretz, especializada en temas relacionados con el conflicto israelo−palestino.

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