El tiempo de los justos (Tomado de EL CORRESPONSAL)
Lanzamos bombas sobre edificios residenciales y luego tratamos a los heridos en Ichilov; bombardeamos reducidos refugios en escuelas de las Naciones Unidas y luego rehabilitamos a los discapacitados en Beit Lewinstein. Les disparamos y luego lloramos, los asesinamos y luego nos lamentamos, despedazaremos mujeres y niños como máquinas de muerte automática y también preservaremos nuestra dignidad.
Por Gideon Levy
Esta guerra, quizás más que las que la precedieron, está exponiendo las verdaderas venas profundas de la sociedad israelí. El odio y el racismo están impulsando sus mentes, así como el impulso de venganza y la sed de sangre. La "inclinación del comandante" en las Fuerzas de defensa de Israel es ahora "matar cuantos sea posible", como lo describen los corresponsales militares en televisión. Y aún si la referencia es a luchadores de Hamas, esta inclinación es espeluznante.
La desbordada agresión y brutalidad se justifican como "ejercicio de prudencia": el terrorífico balance de sangre-cerca de 100 palestinos muertos por cada israelí muerto, no despierta ninguna interrogante, como si hubiésemos decidido que su sangre vale una centésima parte de la nuestra, como reconocimiento a nuestro racismo inherente.
Derechistas, nacionalistas, chauvinistas y militaristas son las únicas tónicas legítimas aquí en casa. No nos molesten con humanismo y compasión. Sólo marginalmente se puede escuchar alguna voz de protesta -ilegítima, ostracizada e ignorada por la cobertura de los medios- por parte de un reducido, pero valiente grupo de judíos y árabes. Al lado de ésta, otra voz suena, quizás la peor de todas: la voz de los "justos" e hipócritas. Mi colega Ari Shavit parece ser su más elocuente vocero. Esta semana, Shavit escribió aquí ("Israel debe duplicar, triplicar, cuadruplicar su ayuda médica a Gaza," Haaretz, enero 7): "La ofensiva israelí en Gaza es justificada.... Sólo una inmediata y generosa iniciativa humanitaria probaría que aún durante la brutal guerra a que nos han forzado recordamos que hay seres humanos en el otro bando"
Para Shavit, quien defiende esta guerra e insiste en que no debe perderse, el precio es irrelevante, así como el hecho de que no haya victorias en guerras tan injustas. Y se atreve a hablar de humanismo en el mismo texto.
¿Deseará Shavit que matemos y matemos, y luego vayamos a instalar hospitales de campaña y mandemos medicinas para atender a los heridos? Él sabe que una guerra contra una población indefensa, quizás la más indefensa del mundo, que no tiene adonde escapar, sólo puede ser cruel y despreciable. Pero estos tipos siempre quieren salir de ella luciendo bien. Lanzamos bombas sobre edificios residenciales y luego tratamos a los heridos en Ichilov; bombardeamos reducidos refugios en escuelas de las Naciones Unidas y luego rehabilitamos a los discapacitados en Beit Lewinstein. Les disparamos y luego lloramos, los asesinamos y luego nos lamentamos, despedazaremos mujeres y niños como máquinas de muerte automática y también preservaremos nuestra dignidad.
El problema es que esto no funciona de esa manera. Esto es una asquerosa hipocresía y autojustificación. Aquellos que hacen los más incendiarios llamados para más y más violencia sin considerar las consecuencias son por lo menos más honestos al respecto.
No se puede tener razón en los dos frentes. La única "pureza" en esta guerra es la de "purificarnos de los terroristas", que en realidad significa sembrar horrendas tragedias. Lo que acontece en Gaza no es un desastre natural, un terremoto o una inundación, en cuyo caso sería nuestro deber y derecho extender una mano con ayuda, enviar escuadrones de rescate, como tanto amamos hacer. De la peor suerte, todos los desastres que ocurren en Gaza son producto del hombre - de nosotros. No se puede ofrecer ayuda con las manos ensangrentadas. La compasión no brota de la brutalidad.
Aún así, hay quienes desean ganar en ambos frentes. Matar y destruir indiscriminadamente y salir de ello luciendo bien y con una conciencia limpia. Seguir cometiendo crímenes de guerra sin sentido alguno de la pesada culpa que debería acompañarlos. Hay que tener riñones. Quienquiera que justifique esta guerra justifica también sus crímenes. Quienquiera que predique a favor de esta guerra y crea en la legitimidad de los asesinatos en masas siendo cometidos no tiene ningún derecho para hablar sobre moralidad y humanismo. No hay tal cosa como matar y cuidar simultáneamente. Esta actitud es una representación fehaciente del básico sentimiento dual israelí que ha estado con nosotros desde siempre: cometer injusticias y vernos puros en nuestros ojos. Matar, demoler, hambrear, meter en prisión y humillar – y estar en lo correcto, sin mencionar ser justos. Los justos propiciadores de guerras no podrán permitirse estos lujos.
Todos los que justifican esta guerra justifican también todos sus crímenes. Todos los que la vean como una guerra defensiva deberán cargar la responsabilidad moral por sus consecuencias. Todos los que ahora aupan a los políticos y a los militares a continuar deberán llevar impresa en sus frentes la marca de Caín luego de la guerra. Todos los que apoyan la guerra apoyan también el horror.
La fuente: El autor es columnista del diario israelí Haaretz (Tel Aviv). La traducción del inglés pertenece a Franco Munini para Tlaxcala, la red de traductores para la diversidad lingüística.
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