06 febrero 2008

Tribulaciones de la izquierda israelí después del Informe Winograd

TODO: He guardado un discreto silencio luego de conocerse el informe Winograd...Este país no tiene salvación...El problema no es el cerdo de Iaron London, ni la izquierda, ni nadie. El culpable y pecador es el pueblo de Israel, el conjunto de los israelíes que están perdiendo lo que podía quedarles de raíz humana. Un ejército manejado por asesinos, un ministro de seguridad con personalidad criminal y sádica, un pueblo que en su mayoría contempla los crímenes en silencio, impávido, no augura nada bueno para este país y sus habitantes. Derrotados en el sur del Líbano, no pueden asimilar el bochorno, la gente del ejército vive atragantada y quiere sangre... Un padre que perdió a su hijo, gritó en la Kneset que iba a renunciar a su nacionalidad. No pienso que ese víctima de la aventura se atreva a hacerlo. El que rubrica esta nota ya ha renunciado, moralmente, a su ciudadanía . Andrés Aldao


por Ehud Ashri

Dos notas, una hoy y la otra mañana, donde dos hombres del "sector de la paz" israelí discuten entre sí: ¿cómo debería pensar un pacifista israelí sobre Olmert y su accionar por la defensa del país? La confusión, dicen, sólo comienza.

El sector de la paz se halla inmerso en una gran confusión. Parte de él se expresa con posturas contradictorias respecto de Ehud Olmert: ¿hay que apoyarlo como conductor del proceso de paz, o destituirlo por su responsabilidad en el fracaso de la Segunda Guerra del Líbano? ¿Está de verdad comprometido con el proceso de paz y está dispuesto a pagar el precio político, o se trata sólo de un globo de ensayo, un proceso virtual destinado a asegurar su supervivencia política?
El trato ambivalente hacia el primer ministro es sólo un ejemplo del shock ideológico que afecta al sector de la paz. Comenzó con la segunda Intifada, se profundizó con la guerra en el Líbano, se agravó con el Informe Winograd, y llega ahora a su cénit acerca de la cuestión más urgente de la agenda nacional: cuál es la solución para el problema del Hamás en Gaza. La cuestión de Gaza revela en la izquierda posturas sorprendentes, que dan cuenta de su crisis de identidad y borronean por completo la diferencia moral entre ésta y la derecha.

He aquí, por ejemplo, la postura actualizada de Iarón London, un hombre que ha sido considerado siempre como uno de los pilares de la paz. "Parece ser que agotamos el intento de suavizar el fanatismo hamásico por medio de acciones medidas", escribió en Yediot Ajaronot, "ha llegado el momento de sacudir a la población en Gaza por medio de acciones que hasta ahora hemos repudiado". ¿Cuáles son dichas acciones? Por ejemplo, la liquidación de la conducción política, el hambreamiento de la población e, incluso, el bombardeo de concentraciones urbanas que podría cobrarse cientos de muertos si no más ("creo que será suficiente con un cuarto de barrio") le explicó a un boquiabierto Razi Barkaí en la emisora del ejército, Galei Tzahal.

Hay en la izquierda quien ve en esta postura una "pérdida de tornillo" insignificante, otra muestra, especialmente extrema, del inconformismo de London, para satisfacer su necesidad de huir de su tradicional catalogamiento político y asombrar a su público. Yo lo valoro demasiado, como para ver en sus dichos un capricho personal-mediático. Le creo cuando define sus recomendaciones como una conclusión racional luego de revisar "en su corazón y en su mente" qué se puede hacer.

No es éste el lugar para discutir sobre la eficacia y la viabilidad de la tesis de London (mientras tanto, el resonante fracaso de la política de bloqueo habla por sí mismo). El problema es que el hombre no representa sólo sus indecisiones particulares. Amplios círculos de lo que se considera el "sector de la paz" se cansaron del diálogo y adoptaron una actitud pragmática-violenta, que le era extraña a su modo de pensar y a sus principios básicos. Se puede aceptar el pragmatismo en diversos contextos, pero no cuando se traduce en el apoyo a crímenes de guerra, tal como lo expresara también Jaim Ramón, otro paloma declarado, durante la Segunda Guerra del Líbano ("alfombrar con bombas infraestructuras civiles").

Los voceros de la izquierda desde siempre (y también varios voceros decentes de la derecha) creyeron siempre en la superioridad de la justicia y la moral en la política, como parte del perfil humano del Estado de Israel y como su interés nacional. No hace falta ser un "hippie", ni siquiera un izquierdista, para asquearse con la renuncia derrotista a toda dimensión moral en la política de Israel y con el apoyo a crímenes brutales en nombre de la seguridad. La pregunta de si ello aportará a la solución del problema no es relevante; la verdadera pregunta es si alguien estará dispuesto a vivir en un país así.

Fuente: Haaretz

1 comentario:

silvia dijo...

UN NEGRO FUTURO SE AVIZORA CUANDO YA NO SE PUEDE CREER EN LA SUPERIORIDAD DE LA JUSTICIA Y LA POLÍTICA...


SILVIA