04 enero 2008

Los mal llamados 'daños colaterales'




TODO: La paz de los cementerios, la barbarie en alza, la ONU callada, la "hoja de ruta" bien, gracias, la canalla Rahola muda, y que la sangre se dispare, el duelo que prospere, y ¡viva la muerte!


SAL EMERGUI

GAZA.- Se llamaba Karima Fayad y es la cara y ojos de lo que conocemos como 'daños colaterales'. Una expresión que no puede explicar la dimensión del daño nada colateral. Individual y colectiva. Una víctima civil más de una operación militar 'poco selectiva'. El pecado de esta mujer de 50 años era ser la esposa de Jamdan Fayad, un concejal del grupo islamista Hamas en la empobrecida localidad de Jan Yunes (Franja de Gaza) y la madre de un militante de la Yihad Islámica, autor de lanzamientos de cohetes Kassam contra Israel.
Como si fuera una película, el guión estaba escrito antes de empezar a rodar. Desde cerca de la casa de Karima en la aldea de Bani Suela, al este de Jan Yunes, se dispara contra posiciones israelíes. La respuesta, varios proyectiles de un carro de combate contra la zona del disparo. El miliciano del grupo Yihad Islámica muere y con él su madre y su hermana, Asma de tan solo 20 años. En la aldea de Bani Suela hay hoy rabia y sed de venganza.
"Yo estoy en contra de los Kassam pero el Ejército israelí se venga sin importarle los vecinos o los familiares del que dispara", nos dice Mohamed, quien hace un año perdió a varios miembros de su familia. Un proyectil de tanque "nada preciso" impactó de lleno en su vivienda en Bet Janun. Más civiles muertos en una cuenta que a nadie le importa.
La realidad se repite sin que nadie le ponga fin. Cohetes Kassam contra las ciudades de Sderot o Ashkelon. Israel responde atacando las lanzaderas de los proyectiles. La respuesta palestina es más cohetes. "Lo que no funciona con fuerza, funcionará con más fuerza", piensan ambas partes. Si un Kassam impacta en una casa de Sderot y provoca algún muerto o herido, la respuesta será mucho más contundente. Es decir, provocará más muertos. La contrarespuesta palestina en este caso será intensificar el lanzamiento de Kassams y así día tras día, semana tras semana. Una sucesión interminable de acciones y reacciones.
El caso de Karima no es el primero ni será el último. El más conocido de lo que los oficiales castrenses suelen llamar 'daños colaterales' tuvo lugar hace cinco años y medio con el asesinato del destacado líder del brazo armado de Hamas, Salaj Shjade, responsable a su vez de la muerte de decenas de civiles y soldados israelíes. Tras un chivatazo de un colaboracionista palestino, la cúpula militar de Israel es informada de que tras meses en la clandestinidad, Shjade se encuentra en su casa en el popular barrio de Daraj, en la ciudad de Gaza. El Gobierno da luz verde y a medianoche, un caza de combate israelí se acerca al objetivo y lanza una bomba de una tonelada. Evidentemente, Shjade muere pero también su madre Mona, su esposa y sus dos hijos Subje y Mohamed, de 5 y 6 años. En total, 15 muertos.
Fue el 22 de julio del 2002 y me acuerdo sobre todo porque días después visité su aun semidestrozado edificio de viviendas en Gaza. Allí encontré a un vecino, Yihad, de 14 años, cuyos dos hermanos y madre habían muerto también en dicho ataque israelí. Al tiempo que veía la televisión (la cadena Al Manar, del grupo chiita Hizbulá), el chaval imaginaba, soñaba y planeaba su venganza. Atrás quedaban sus sueños de ser médico. Ahora solo deseaba morir matando. Por su madre y hermanos.
Volviendo a Karima, a lo que le queda de su familia no le servirá de mucho consuelo los datos ofrecidos esta semana por la ONG israelí Betselem, según la cual en el 2007 ha descendido en un 44% el número de muertos. Aunque se mareen con tantos datos, es preciso reflejar su informe: en el 2007 murieron en operaciones militares israelíes 366 palestinos, 53 de ellos menores. 131 eran civiles y el resto milicianos de las facciones armadas palestinas.
Según Betselem, la guerra interna palestina también ha causado estragos: en doce meses, 344 palestinos han fallecido en los tiroteos, ataques y ajuste de cuentas entre los movimientos enfrentados, el islamista Hamas y el nacionalista Al Fatah.
Mientras, en el terreno, la espiral de violencia, a veces a fuego lento y a veces a todo gas, continua. La entrada del nuevo año no ha cambiado nada.

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