17 junio 2007

La otra cara de la moneda




Autor: Andrés Aldao

En las últimas semanas (publicado en 2004) he tenido oportunidad de leer dos trabajos sobre la situación en el Medio Oriente, en particular sobre el problema israelí-palestino, enfocados desde distintas ópticas, con ciertos ribetes antagónicos y próximos, más bien, a una contradicción dialéctica hegeliana. Me refiero al artículo “Los judíos y las moscas”, firmado por la periodista catalana Pilar Rahola publicado en la revista NOAJ y difundido con histérica fruición por los canales del correo electrónico, y a un artículo del miembro de la Kneset Abraham Burg, cuya resonancia en los mismos círculos intelectuales y académicos, embelesados por “Los judíos y las moscas” no tuvo ningún eco, al menos público. Hecho, por demás, digno de explorar y comentar.
La señora Pilar Rahola ha tenido una meteórica carrera en los medios académicos e intelectuales de Israel, en los que ha sido presentada como experta analista del fenómeno antisemita que se hipertrofia como una especie de peste virósica -según lo manifiesta- y se expande hacia los cuatro puntos cardinales del planeta, con especial virulencia en Europa. He leído dos de sus trabajos: “Las moscas y los judíos” y “Palestina y sus falsas verdades”. La citada experta escribe en un estilo implosivo, que abruma al lector con una retórica formal imparable. “Me parece pertinente formular algunas cuestiones que nunca existen en el debate, especialmente si se formulan desde posiciones críticamente pro palestinas”. Lo que no aclara es que ella lo hace desde posiciones “críticamente proisraelíes”. Pilar Rahola denuncia a los sectores fundamentalistas islámicos, fenómeno nada nuevo ni original. Con ello no descubre la pólvora. Lo que llama la atención, en sus sistemáticas diatribas, es que nos abruma y blande su índice acusador, que menea con fervor, contra los gobiernos y diarios europeos, los periodistas, camarógrafos, analistas, comentaristas, y los “izquierdistas”, todos unidos en una especie de Santa Alianza renacida de sus cenizas históricas, y proyectada en una ofensiva contra el Estado de Israel a partir del crecimiento desmesurado del antisemitismo que “tiene que ver con la distorsión de la información, y también con un maniqueísmo que nos está llevando, entre otros desastres, a la corriente de antisemitismo más importante en Europa desde la negritud del nazismo. Para dar un dato nada alentador, en estos casi tres años de Intifada ha habido más agresiones contra sinagogas en Europa que en toda la Noche de los Cristales Rotos”. Y lo escribe con toda la seriedad y el desparpajo de una periodista que dice basarse en datos de la realidad aportando suposiciones, diatribas, sarcasmo. ¿De qué izquierda habla? La señora Rahola, sin parar mientes, agita su índice y señala a todo el mundo como único culpable del antisemitismo. Parece decirnos que “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del antisemitismo”. Todos caen bajo la piqueta de la señora Rahola… excepto los gobiernos de los Estados Unidos e Israel, y las Islas Marshall y Micronesia (pese a mis denodados esfuerzos, búsquedas en los atlas, enciclopedias y ámbitos académicos, no he podido hallar la ubicación geográfica de esas islas y Micronesia). La “víctima” principal de sus embates es la “izquierda”, una izquierda que no menciona con nombres y apellidos, o el nombre de las organizaciones y partidos que alientan el terrorismo, “traicionan” la democracia e inda mais: “Acuso a la izquierda de no considerar a las víctimas del terrorismo... -escribe con virtud melodramática apta para telenovelas- ...acuso a la izquierda de banalizar la Shoá... acuso a la izquierda de matar a la información a golpes de propaganda... acuso a la izquierda de minimizar, justificar e incluso elogiar un nuevo totalitarismo que amenaza seriamente a la libertad: el nihilismo terrorista islámico... acuso a la izquierda de traicionar a la democracia perdonando al nihilismo terrorista...”. ¿De qué izquierda escribe y discursea Pilar Rahola? ¿A quiénes se refiere cuando menciona el vocablo “izquierda”? ¿A Saramago o Teodorakis. O a otros especímenes como estos? Estos señores son herrumbrados y veteranos estalinistas, gerontocracia residual de “los partidos que nunca se equivocaban”, adoradores del culto a la personalidad, de lengua larga y corta memoria. No representan a nadie, excepto a sí mismos o a otra decena o centena de viejos y decrépitos ‘aparatchnikim’ de la vieja guardia de los PPCC enterrados por la historia. ¿Esta es, pues, la gente que ella denomina “izquierda”? ¿Y tiene la insolencia de equipararlos con los jóvenes que manifiestan contra la globalización americana del planeta? Pilar Rahola acusa “...a la izquierda de llorar, sólo, con el ojo izquierdo... Un ojo izquierdo que, hoy por hoy, es deliberadamente antisemita”. Y yo acuso a esta señora periodista de llorar, sólo, con el ojo derecho. Un ojo derecho que, hoy por hoy, es deliberadamente guerrerista, enemigo de la paz, provocador deliberado de enfrentamientos entre palestinos e israelíes, víctimas inocentes de dos líderes demagógicos que tienen las manos llenas de sangre inocente: Yasser Arafat y Ariel Sharón. Como bulas papales A lo largo de toda su perorata Pilar Rahola, vocifera, denuncia, se arremanga, arremete y al terminar su libelo, los lectores no saben a quién o a quiénes se está refiriendo. Pero hay alguna confusión deliberada en sus dichos. Con una sutileza algo grosera y silogística, pretende imbricar antisemitismo con antiisraelismo: el antisemitismo existió antes de la creación del Estado de Israel, y siguió y continúa existiendo a su margen. En su esencia, la mayor parte de los palestinos son anti israelíes, antisionistas en todo caso, pero no antisemitas en el sentido histórico de la palabra. El antisemitismo de muchos es asimismo anti israelismo, pero también el anti israelismo de mucha otra gente no tiene ninguna relación con el antisemitismo. Más para el gobierno israelí y los fundamentalistas fanáticos de Israel y las colonias,es muy cómodo -y útil- que se ensamble antisemitismo con las denuncias sobre la conducta del conquistador en las zonas ocupadas por Tzahal (Ejército de Defensa de Israel). Pilar Rahola tiene derecho a expresar, en todos los foros a los que accede, su opinión sobre el conflicto y el rebrote del antisemitismo tiene derecho a denunciar al terrorismo, a expresar sus puntos de vista personales sobre un conflicto cruzado por la sangre, las muertes, el duelo y las lágrimas de las víctimas inocentes de ambos bandos. Es un derecho democrático y legítimo. Pero ese derecho no justifica desparramar acusaciones infundadas. Pilar Rahola pontifica: sus afirmaciones son como bulas papales dadas de una vez y para siempre. Ella no cree que deba probar nada de lo que afirma. Sus palabras deben ser para los oyentes como las palabras de Dios para los creyentes: y quien no las acepta ni consiente... es un antisemita acabado y resuelto.
Burg Como compensación a tanto fárrago de palabras, leí el texto completo del artículo de Abraham Burg publicado en The Forward. Burg es una personalidad que no necesita presentaciones, ni ningún otro tipo de curriculum. Su comportamiento es la mejor tarjeta de presentación. Conoce los problemas de Israel desde dentro, el pasado, el presente y, en el artículo publicado en The Forward aventura, asimismo, su futuro. Las reflexiones de Abraham Burg constituyen un magnífico desafío contra los fundamentalistas del Gobierno israelí y sus adláteres y epígonos. Convendría que la periodista Pilar Rahola, que farfulla con tanta liviandad decálogos y sermones sobre el conflicto israelí palestino, leyera con somera atención el texto de Burg que, para un hombre de su condición, es un riesgo vivencial de primera magnitud. Para dar un paso de esta índole, se necesita un coraje a toda prueba, conocimientos profundos del país, su tradición y la gente. Cosa que, según afirmo desde mi vapuleado ojo izquierdo, creo que a la susodicha periodista le costará adquirir. Para alcanzar categoría de analista objetiva y mesurada, con conocimiento de causa, sopesando objetivamente palabras y hechos de ambos bandos, va a constituir para Pilar Rahola un desafío a su ego, a su -tal vez inconsciente- deseo de congraciarse con un público ávido de semitismo a ultranza. Sus comentarios petardistas y arrojados al azar con meliflua liviandad, son como fuegos artificiales que después de estallar se dispersan en el vacío sin dejar más que estelas de humo... Para terminar esta nota, me permito rematarla con algunas frases del texto de Abraham Burg, cuya pluma tiene la valentía de remontar el silencio cobarde de muchos israelíes que temen a sus propias sombras, y avalan la ocupación colonialista de Judea y Samaria y la franja de Gaza. Y aunque pudiere disentirse con tal o cual párrafo, vale la pena su lectura:
“La revolución sionista ha descansado siempre en dos pilares: un camino justo y un liderazgo ético. Ninguno de éstos es ya operativo. La nación israelí hoy se apoya sobre un andamiaje de corrupción y en cimientos de opresión e injusticia. Como tal, el final de la empresa sionista ya está en el umbral de nuestra puerta. Hay una chance real que la nuestra sea la última generación sionista. No obstante, podrá haber un estado judío en el Medio Oriente, pero será de una clase diferente, extraño y desagradable…Hay tiempo para cambiar el curso, pero no mucho. Lo que se necesita es una nueva visión de una sociedad justa y la determinación política para llevarla a cabo. Esto no es meramente un asunto interno israelí. Los judíos de la Diáspora, para quienes Israel es un pilar central de su identidad, deben prestar atención y decir lo que piensan. Si el pilar se derrumba, los pisos superiores se caerán chocando ruidosamente…La oposición israelí no existe, y el Gobierno de coalición, con el primer ministro Ariel Sharón encabezándolo, demanda el derecho a permanecer en silencio. En una nación de parlanchines, de repente todos nos hemos quedado mudos, porque no hay nada más que decir. Vivimos en una realidad estruendosamente fracasada. ¿Ustedes quieren la Tierra del Gran Israel? Ningún problema. Abandonen la democracia. Instituyamos un sistema eficaz de separación racial aquí, con campos de prisioneros y villas de detención. El gueto de Kalkilya y el gulag de Jenín… ¿Ustedes quieren una mayoría judía? Ningún problema. Pongan a los árabes en automóviles, ferrocarriles, autobuses, camellos y asnos y expúlsenlos en masa ó separémonos absolutamente de ellos, sin trucos ni artilugios. No hay ningún camino intermedio. Nosotros debemos remover todos los asentamientos -todos ellos- y delinear una frontera internacionalmente reconocida entre el hogar nacional judío y el hogar nacional palestino. La ley judía del retorno sólo se aplicará dentro de nuestro hogar nacional, y su derecho al retorno sólo se aplicará dentro de las fronteras del Estado palestino. ¿Ustedes quieren la democracia? Ningún problema. Abandonen la Tierra del Gran Israel hasta el último asentamiento y puesto de avanzada o den ciudadanía plena y derechos de voto a todos, incluso a los árabes. El resultado, claro, será que aquellos que no quisieron un Estado palestino al lado nuestro tendrán uno entre nosotros, vía las urnas. Esto es lo que el Primer Ministro debería decir a la gente. El debería presentar las opciones francamente: racismo judío o democracia. Asentamientos o esperanza para ambos pueblos. Falsas visiones de alambres de púas, barricadas y suicidas con bombas o una frontera internacional reconocida entre dos estados y una capital compartida en Jerusalem. Pero no hay ningún primer ministro en Jerusalem. La fiebre enfermiza que está carcomiendo al cuerpo del sionismo ya ha atacado la cabeza. David Ben-Gurión a veces erraba, pero él continuaba siendo recto como una flecha. Cuando Menachem Begin se equivocaba, nadie impugnaba sus motivos. Ya no. Encuestas publicadas hace dos semanas mostraron que una mayoría de israelíes no cree en la integridad personal del Primer Ministro aunque todavía confían en su liderazgo político. En otras palabras, personalmente encarna ambas mitades de la maldición: sospechosa moral personal y desdeño abierto ante la ley, combinado con la brutalidad de la ocupación y el pisoteo de cualquier oportunidad para la paz. Esta es nuestra Nación, estos son sus líderes. La conclusión ineludible es que la revolución sionista está muerta”. La representante del ojo derecho de la Santa Alianza entre Estados Unidos, Israel, Micronesia y las Islas Marshall, aquí tiene a su disposición el texto claro, tajante, objetivo y doloroso de un “sabra” que posee algunos títulos y conocimientos algo más sólidos y fundados que la periodista de barricada, monomaniquea y provocativa, que le ha brindado a una parte del público israelí su “ópera de dos centavos”. Dos caras de una sola moneda: le recomiendo a Pilar Rahola la lectura urgente del artículo de Abraham Burg, la cara objetiva de la moneda, puesto que sus definiciones las perciben, día a día, todos los ciudadanos israelíes, árabes o judíos.

1 comentario:

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