09 mayo 2007

TODO el mundo / dedicado al triunfo de "Sarko"

TODO el mundo a través del pensamiento presenta una serie de notas relacionadas con las recientes elecciones en Francia donde se impsuo el proto fascista Nicolás Zarkozy, un político ambicioso que tiene todas características de un petit dictador, dentro de las restricciones de la "democracia" francesa. Ante todo, 17 millones de franceses que dieron su voto a Segolene Royal no tienen ninguna representatividad: el señor Zarkozy se lleva las palmas y la fuerza; toda la fuerza, con él... El programa de este pequeño fascistoide tiene algunas connotaciones con las reivindicaciones del nacionalsocialismo alemán: el nombre de Francia como gran potencia, los "extrajeros", los inmigrantes, el "populacho", los lúmpenes, el papel de Francia en el mundo, el derecho de los "legítimos", los blancos de la "Francia eterna"... Interesante es el hecho que el señor Sarco tiene a su pequeño Rasputín, el cerebro consejero que desde las tinieblas le dio sus consejos de oro. Henry Guaino es el nombre y aquí presentamos su historia. Conózcanlo:


El ideólogo de Sarkozy

Henri Guaino, economista de 50 años, ha creado el discurso y la imagen que han dado la victoria al nuevo presidente de Francia

J. M. MARTÍ FONT - París - 09/05/2007

Cuando Nicolas Sarkozy citó a Jean Jaures y Leon Blum, dos de las figuras históricas más emblemáticas de la izquierda francesa, en el discurso con el que lanzaba oficialmente su candidatura, el pasado 15 de enero, los miembros del equipo de su rival socialista se pellizcaron varias veces para convencerse de que era cierto lo que estaban escuchando. Pronto descubrieron que detrás del candidato de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) había un escritor muy particular: Henry Guaino.
De hombres como Guaino está también hecha la política. A menudo permanecen en la sombra, prestan sus servicios con pasión o con estricta profesionalidad. En esta ocasión su nombre ha acabado por salir a la superficie, tal es la influencia que ha tenido en la victoria del candidato conservador. "Ya lo verás, es Guaino quien me hará ganar estas presidenciales", le confió Sarkozy a un miembro de su equipo cuando entró en campaña.
Este economista de 50 años, alto funcionario del Gobierno, que fracasó varias veces en su intento de ingresar en la Escuela Nacional de la Administración (ENA), tiene un largo recorrido en la política, pero esta campaña ha sido sin duda su consagración. Su primer trabajo como negro -el término editorial que define a los escritores que trabajan anónimamente por encargo- fue para Jacques Chirac en 1988. Se encargaba de reescribirle las entrevistas. Chirac perdió contra François Mitterrand y Guaino aprendió una lección. "Después de aquello supe cómo se perdía una campaña", dice.
Gaullista de la vieja escuela, soberanista, Guaino se alió con Philippe Seguin en la campaña por el no en el referéndum de 1992 sobre el Tratado de Maastricht, que el viejo presidente socialista se había propuesto sacar adelante. Pese a que el sí a Maastricht acabó ganando por unas décimas, el famoso "discurso sobre Francia", que pronunció Seguin en la Asamblea Nacional, ha pasado a la historia como una obra maestra.
El éxito tenía que llegar. En 1995, junto al politólogo Emmanuel Todd, acuñó el famoso concepto de "fractura social" que articuló la campaña que llevó por primera vez a Jacques Chirac al Elíseo. Guaino fue recompensado con un alto cargo institucional. Pero la felicidad fue breve. La inoportuna disolución del Parlamento, y la subsiguiente victoria socialista que llevó al puesto de primer ministro a Lionel Jospin, acabó costándole el puesto. Decepcionado por la decadencia chiraquiana, pasó de largo de la campaña de 2002.
El año pasado, atraído por el "voluntarismo" de Sarkozy, Guaino se puso al servicio de la UMP. El candidato conservador probó varios escritores, pero a principios de enero, cuando preparaba el discurso con el que se disponía a arrancar la campaña electoral, se decidió por Guaino pese a las advertencias en contra de algunos de sus padrinos, como Eduard Balladour.
Pronto nació una extraordinaria complicidad entre ellos. Había que cambiar la imagen del ministro del Interior, del hombre duro, ambicioso y antipático, del policía de la porra, por la de un futuro presidente, un hombre carismático, humano, capaz de ser amado, de entrar en el imaginario del país. Guaino sentó a Sarkozy en el diván del psicoanalista y le pidió que le contara cosas, que le explicara experiencias de su infancia, que recordara instantes en los que se hubiera emocionado.
El candidato recordó su visita al memorial del Holocausto, el Yad Vashem, y también el viaje al convento de Tibéhirine, en Argelia, poco después de que siete monjas trapenses fueran degolladas por fanáticos islamistas. Y también, probablemente, más de un episodio de su infancia que no ha trascendido. De aquella sesión nace el famoso "he cambiado", una frase repetida hasta 10 veces el 14 de enero, justificada por el hecho de "haber sufrido". El sufrimiento, la victimización. Dos elementos que han sido claves en esta campaña en la que, ante todo, estaba en juego la propia personalidad de Sarkozy, "inquietante", según se dejaba caer tanto desde el campo enemigo como -muy a menudo- desde su propio campo.


Cuando Juana de Arco
cayó derrotada por Bonaparte

JEAN DANIEL 09/05/2007

En todos los comentarios sobre la victoria de Nicolas Sarkozy en las elecciones francesas -y, por tanto, sobre la derrota de Ségolène Royal- puede advertirse, sobre todo cuando esos comentarios vienen del extranjero, un aroma de tristeza y pesar. Incluso cierta ternura. Ocurre hasta cuando los autores de esos artículos consideran que la elección del nuevo presidente es para Francia una posibilidad de acabar con este famoso "modelo" que constituye, se supone, el handicap que aísla a Francia de otras naciones europeas, aunque sean socialistas.
Esta tristeza y este pesar tienen una dimensión novelesca e incluso estética. Nos gustaba que un país como Francia estuviera dirigido por una mujer que se ajusta tanto a la imagen habitual de "la Marianne ideal". La candidata de la izquierda no sólo posee una belleza cautivadora, que no se alteró con ninguna de las agotadoras experiencias de la campaña, sino que tiene una dicción y un vocabulario propios de una clase determinada de conservadores católicos refugiados en esa Francia profunda en la que no estamos acostumbrados a topar con portavoces de la izquierda. Un padre militar, una familia que no falta jamás a la misa del domingo y una disciplina moral casi puritana: de ese entorno salió una heroína socialista que habla en nombre del pueblo. Nada que ver con Rosa Luxemburgo, la revolucionaria berlinesa de principios del siglo XX, ni con Margaret Thatcher ni Angela Merkel. Nada que ver con Indira Gandhi ni con Golda Meir. Sólo la paquistaní Benazir Bhutto, tal vez, podría competir con el encanto de Ségolène Royal, pero no era ninguna revolucionaria.
Además, ese apellido, Royal, que ha permitido soñar. Francia sigue siendo monárquica, y al pueblo le ha gustado poder pronunciar ese nombre sin tener que renunciar a sus ideas. Todos los amigos de Francia, e incluso todos los que, en Nueva York, Roma o Madrid, se sienten a menudo exasperados por la famosa "arrogancia francesa", han dado la impresión de sentir cierto placer literario observando la insólita trayectoria de esta mujer solitaria, obstinada y que, bajo la sonrisa luminosa, oculta un carácter indomable.
He aquí, pues, a esta mujer, a la que tantos rivales habían deseado el fracaso. Ha conseguido convocar a 17 millones de franceses, frente a los 19 millones que logró reunir Nicolas Sarkozy. Todo el mundo habla de derrota en tono compasivo. Pero, cuando se piensa en la estética del recorrido, se puede decir (siempre que nos distanciemos de la eficacia política) que ha sido una verdadera hazaña.
Desde luego, se fió de sus propias fuerzas durante las últimas semanas de la campaña electoral. Cuando decidió enfrentarse con los suyos, quiso prepararse sola, sin equipo, sin ayuda, decidida a desbaratar las trampas y deshacerse de los aparatos, y rechazando la tutela de los expertos que más podían contribuir a su proyecto. Con ello asumió también el riesgo de aumentar su número de enemigos, los celos de sus rivales y la impaciencia de sus mayores. El hecho de haber escogido el heroísmo de la soledad y la libertad le permitió imponerse, desde el exterior y con la ayuda de la opinión pública, en un partido que no quería saber nada de ella. Sin esa decisión, no habría sido candidata. Pero, al mismo tiempo, haber escogido la soledad le impidió poner a punto un proyecto extremadamente ambicioso: quería conciliar una especie de revolución cultural entre los socialistas franceses con una serie de pasos, por desgracia demasiado tímidos, para avanzar por la vía de la socialdemocracia.
Hoy, armada de su inmensa popularidad, se enfrenta a los elefantes empeñados en deshacerse de ella para seguir encabezando la formación que afrontará las elecciones legislativas en junio. Es una historia apasionante, estimulante y sórdida.
Por otro lado, podría decirse que la trayectoria de Nicolas Sarkozy es igualmente extraordinaria. Es la primera vez, en Francia, que ha llegado a la segunda vuelta una mujer candidata, pero también la primera vez que ha habido un candidato -y ahora un presidente- hijo de inmigrantes. Como símbolo, es señal de un cambio trascendental en lo que llamamos "el alma de la Francia eterna". Más aún si se tiene en cuenta que, entre los antepasados de Nicolas Sarkozy, uno de sus abuelos es un judío convertido al catolicismo, y además un judío húngaro.
A todos los políticos les mueve la sed de poder, y sin ella no serían lo que son. Pero pocas veces habíamos visto a un hombre atrapado por esa sed de forma tan obsesiva y desde hace tanto tiempo. Y pocas veces, sobre todo, habíamos visto a un hombre que reuniera en tal medida las dotes de tribuno en los mítines, de orador en la televisión y de retórico en el Parlamento. La palabra "retórico" evoca las grandes Escuelas de Retórica herederas de Cicerón y las Catilinarias. Es el talento para encontrar las palabras cuando se necesitan y como se necesitan, y de formularlas con un timbre de voz y una articulación capaces de cautivar. Se dirá que, hasta ahora, esas dotes eran propias de los líderes del populismo suramericano y ciertos déspotas árabes. También que Hitler tenía un poder casi mágico. Hoy no funcionaría. Sarkozy, en cambio, sabe adaptarse perfectamente a los deseos de los electores en las democracias de este principio del siglo XXI.
No sé si la palabra "genio" es excesiva para referirse a Nicolas Sarkozy. Pero, en cualquier caso, hace falta serlo un poco para conseguir lo que ha conseguido él: hacer olvidar que, durante cinco largos años, ha sido el ministro más importante de un Gobierno que hizo exactamente lo contrario de lo que propugna el nuevo presidente. El candidato Sarkozy se ha dedicado a denunciar de forma violenta, declamatoria y repetitiva todo lo que el Gobierno de Jacques Chirac -del que fue el ministro más poderoso- ha llevado a cabo. Nadie se ha estremecido por esa barbaridad. Él no se ha disculpado ni ha dado explicaciones en ningún momento. Y, a base de no acordarse de ello, ha transformado la memoria de los demás. Durante toda la campaña, por ejemplo, no se ha oído decir a nadie que Nicolas Sarkozy tuvo el tremendo descaro de ir a Estados Unidos para denunciar la política antiamericana de su propio presidente.
Semejante falta de disciplina y solidaridad gubernamentales no tiene precedente en la historia de la República francesa. Nadie se ha atrevido a decir que es muy posible que si hubiera sido presidente Nicolas Sarkozy en lugar de Jacques Chirac, habría tropas francesas en Irak. Dos años antes de ser candidato, Sarkozy se comportó como si fuera el rival de su propio presidente, y salió triunfador. Ahora resulta que, ante la victoria del presidente nuevo, la gente se suma y se inclina. Los franceses estaban hartos de una Francia que contemplaba su propio declive. Han elegido al presidente de una "revolución conservadora" que se parece mucho a la de los Estados Unidos de George Bush. En realidad, es más bien una Restauración. Ya vivimos esto en Francia, entre la caída del Primer Imperio, el 6 de abril de 1814, y la revolución del 29 de julio de 1830, con los reinados de Luis XVIII y Carlos X, hermanos de Luis XVI. Se propusieron retroceder en todas las reformas y todas las instituciones del régimen instaurado por Napoleón. Alguien dirá que en aquel periodo no había democracia y que Nicolas Sarkozy, hoy, no puede hacer lo que quiera. Pero la monarquía de Luis XVIII estaba sujeta a los límites de la Carta de 1814.
Nicolas Sarkozy concentra la mayoría en el Senado, la presidencia del Consejo Constitucional, el Consejo Superior de la Magistratura y el Consejo Superior Audiovisual. Es, además, íntimo amigo de los grandes empresarios que poseen en estos momentos casi la totalidad de los grandes medios de comunicación en Francia. El gran trío sarkozista está formado por Arnaud Lagardère, François Pinault y Bernard Arnault, los tres hombres más poderosos de Francia. Pero seamos razonables: Nicolas Sarkozy ha hablado de reforzar los poderes del Parlamento y ha decidido ofrecer a la oposición la Presidencia de la Comisión de Economía y la de Asuntos Exteriores. Y hay que pensar que Nicolas Sarkozy, ya que he hablado de que es un genio, tiene todas las posibilidades de sorprendernos, incluso para bien.

Jean Daniel es director de Le Nouvel Observateur. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.


REACCIONES TRAS LA VICTORIA DE SARKOZY EN FRANCIA

PARIS, 7 (ANSA) - El presidente electo francés, Nicolas Sarkozy, recibió hoy las felicitaciones de numerosos dirigentes de todo el mundo por su victoria del domingo, recibida por la prensa en cada país con reacciones oscilantes entre la satisfacción y la decepción. La jefa del gobierno alemán, la conservadora Angela Merkel (CDU), presidenta de turno de la Unión Europea, lo felicitó esta mañana por teléfono por su "excepcional victoria electoral", y se dijo a favor de una continuación e "intensificación" de la colaboración franco-alemana. Merkel se declaró convencida de que habrá con Sarkozy "una óptima colaboración", y le deseó "mucho éxito en su nuevo mandato". También el ministro del Interior alemán, Wolfgang Schaeuble (CDU) saludó la elección de Sarkozy como "un buen resultado para Europa". Sarkozy y el jefe del gobierno español, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, se pusieron de acuerdo hoy para reunirse próximamente y discutir cuestiones bilaterales y la situación en Europa, según informaron fuentes del gobierno en Madrid. Zapatero llamó esta mañana a Sarkozy, con quien coincidió en la necesidad de "una gran cooperación en Europa y el Mediterráneo". Sarkozy fue felicitado por el presidente de Austria, el socialdemócrata Heinz Fischer y el canciller Alfred Gusenbauer, y recibió un mensaje de congratulaciones de Hans-Gert Poettering, presidente del Parlamento Europeo, que confía "en su determinación para relanzar en Francia la dinámica del proceso constitucional europeo". El presidente chino, Hu Jintao, felicitó a Sarkozy y expresó su deseo de poder "trabajar juntos para promover el desarrollo de las relaciones bilaterales". El premier japonés, Shinzo Abe, manifestó su intención de "sumar fuerzas con el nuevo presidente para edificar una nueva era" en las relaciones franco-niponas.
La victoria de Sarkozy fue recibida positivamente por la prensa y el mundo político israelí, con esperanzas de que abra una "nueva era" en las a menudo tensas relaciones entre el estado judío y París. El vicepremier Shimon Peres saludó la elección de Sarkozy como la de "un amigo de Israel", y el jefe del gobierno Ehud Olmert, del parido Kadima, se dijo convencido de que las relaciones con Francia serán "más estrechas" con el nuevo presidente. También el jefe de la oposición de derecha, Benyamin Netayahu, subrayó que Sarkozy "tiene una actitud positiva frente a Israel y de apoyo al pueblo judío". La prensa israelí, que recordó los orígenes judíos de Sarkozy, confía en que su elección como presidente generará relaciones "más equilibradas" con Francia. "Sarkozy será un mediador honesto entre Israel y el mundo árabe", escribe el diario Maariv, en tanto el presidente saliente Jacques Chirac era más cercano al mundo árabe.
Por el contrario la elección de Sarkozy, que se opone al ingreso de Ankara en la Unión Europea, provocó inquietud en Turquía. "Ay, es Sarko", tituló el diario popular Aksam, mientras el Milliyet escribe "Sarkozy, nuevo obstáculo en el camino hacia la Unión Europea". El premier turco, Recep Tayyip Erdogan, lo felicitó y dijo que espera que el nuevo presidente cambie de posición respecto de Turquía. "Sobre el proceso de adhesión a la Unión Europea o respecto de las relaciones franco turcas, esperemos no escuchar más el mismo tipo de declaraciones realizadas por Sarkozy durante la campaña electoral", declaró Erdogan. En Argelia hubo expresiones de desencanto: "Ni carisma, grandeza intelectual o de espíritu, sólo clichés provocativos tomados del inmenso caudal de la extrema derecha: frases simples y asesinas, perspectivas peligrosas y promesas insensatas", escribe el diario El Watan. "La imagen fuerte en el mundo de una Francia democrática y humanita recibió un golpe terrible con la victoria de Sarkozy", agrega el diario, mientras Liberté recuerda "los puntos negros" de su política, desde "las crisis de las periferias de París hasta la exaltación nacionalista o la glorificación de la colonización". El segundo diario de habla árabe de Argelia, Echourouq (la Aurora) titula: "El pequeño Bush presidente de Francia con el 53 por ciento", y asegura que "el lobby judío logró imponer al primer presidente judío francés". En Rusia, la victoria de Sarkozy fue percibida como una sucesión sin sacudones en el Eliseo, con un presidente "pragmático hasta la médula". El partido pro Vladimir Putin "Rusia Unida" subrayó las similitudes entre su ideología y las del presidente electo: para el presidente de la comisión de Exteriores de la Duma, Konstantin Kossachov, "Francia hizo una elección estratégica por las ideas conservadoras de centro-derecha".07/05/2007 13:05


Amnistía acusa a China y Rusia de violar el embargo de armas a Sudán
Ambos países han vendido material militar por valor de 86,5 millones, según la ONG

Pekín - 09/05/2007

Amnistía Internacional acusó ayer a China y Rusia de suministrar armas a Sudán que están siendo utilizadas en Darfur, en incumplimiento del embargo de la ONU. El grupo de defensa de derechos humanos con sede en Londres se declaró "consternado" por el flujo de armas permitido por los dos países miembros permanentes -junto con Estados Unidos, Francia y Reino Unido- del Consejo de Seguridad de la ONU, y dijo que a menudo los equipos militares están siendo desviados para ser empleados en el conflicto de Darfur y en el vecino país Chad.
Naciones Unidas asegura que alrededor de 200.000 personas han muerto y más de dos millones se han quedado sin hogar desde que la guerra estalló en esta región del oeste de Sudán en 2003, cuando grupos rebeldes se levantaron en armas contra el Gobierno de Jartum y sus milicias en busca de una mayor independencia. China, que tiene intereses petroleros en el país africano, ha sido criticada por su resistencia a presionar al presidente Omar al Bashir para que coopere con las fuerzas de paz y los programas de ayuda humanitaria.
Pekín y Moscú negaron que hayan suministrado armas a Darfur, en violación del embargo. El Ministerio de Exteriores ruso afirmó que la cooperación militar y tecnológica con otros países se realiza según la ley internacional, mientras que Jiang Yu, portavoz del Gobierno chino, calificó la denuncia de "sin fundamento" y dijo que Pekín tiene una actitud "responsable" en la venta de armas, y sólo trata con Estados soberanos, no con individuos ni organizaciones.
Según el informe de Amnistía, China ha vendido a Sudán armas y munición por valor de 17,6 millones de euros, componentes y equipos para aviones por casi 42 millones de euros y piezas de helicópteros por otro millón y medio, según datos de 2005. También afirma que, en 2005, Rusia exportó a Sudán aviones y otros equipos por un total de 15,4 millones de euros, y helicópteros por 10 millones.

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