06 mayo 2007

TODO / Domingo 6 de mayo

Olmert, sin salida

HUGO MEDINA SERVICIO ESPECIAL

JERUSALÉN. El pasado miércoles, todos los informativos de las televisiones israelíes se recrearon con unas penosas imágenes del primer ministro, Ehud Olmert, en un acto público. En un primer plano, se le veía sentado en la presidencia, sin poder concentrarse ni prestar atención a lo que decían los oradores: sus párpados se derrumbaban y le cerraban los ojos mientras luchaba por no dormirse.
La imagen representa muy bien el auténtico calvario que el primer ministro ha tenido que sobrellevar durante los días más críticos de su vida política, una semana que se ha cerrado, contra todo pronóstico, con la victoria de Olmert, aunque todo indica que podría tratarse de una victoria pírrica que en las próximas semanas se transforme en un derrota sonada y en el final de su carrera política.
El respaldo de Kadima
En la misma noche del miércoles, la dirección de Kadima le respaldó en una votación que se tradujo en veintisiete votos a favor y sólo tres en contra. Un resultado tan categórico le garantiza el apoyo del partido después del demoledor informe «Winograd» sobre la guerra del Líbano, pero no resuelve el problema grave y crónico de la inestabilidad en la abigarrada coalición que preside este político.
La victoria inicial se confirmó el jueves cuando apenas algunas decenas de miles de personas comparecieron en la manifestación en la ciudad de Tel Aviv. «Cien mil personas no dirigirán este país», respondió un Ehud Olmert crecido por el reciente y mayoritario apoyo de su partido.
Sus palabras, sin embargo, no hacen justicia a los sondeos, que aseguran que el 70 por ciento de los israelíes consideran que ha fracasado -y no sólo por la guerra del Líbano-, un porcentaje que se reitera en todas las encuestas de intención de voto de los últimos meses, que convierten a Kadima en un partido casi clandestino.
Aferrarse al poder
Lo ocurrido esta semana -en la que se ha cumplido el primer aniversario de Kadima en el Gobierno- muestra que Olmert se aferrará al poder hasta el final. Cuenta con el apoyo de sus socios y colaboradores más estrechos, con la excepción de la ambiciosa ministra de Exteriores, Tzipi Livni, que desea ocupar su poltrona. Todos son conscientes de que en estos momentos Kadima no soportaría unas elecciones, y por lo tanto no les queda más remedio que tener que respaldar al primer ministro.
Y, sin embargo, Olmert está en la picota debido sobre todo a la inestabilidad de la coalición. Es el partido laborista el caso más problemático. El 13 de mayo los laboristas votarán si continúan o no en la coalición, y dentro de unas semanas se celebrarán las elecciones primarias en el seno del partido.
De ahí saldrá el futuro líder laborista. A estas alturas está ya meridianamente claro que el ministro de Defensa, Amir Peretz, no cuenta con ninguna posibilidad de ser reelegido, y todos sus rivales ya han dicho que si alcanzan el liderazgo, sacarán al partido de la coalición.
Pronóstico reservado
En consecuencia, a Olmert le espera una primavera de pronóstico reservado. No es seguro que consiga llegar al verano sano y salvo, con el agravante de que en gran parte el futuro no depende de él sino de los aliados integrados en la precaria coalición.

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