11 marzo 2007

TODO el mundo (al día)

La ideología de la sustracción

Por Orlando Barone



El boom son las sustracciones. No en referencia a los robos estilo bruto sino al bolsiqueo del género político. Las más conocidas son las sustracciones de radicales, de aristas y de otros ismos pequeñísimos por parte del "kirchnerismo". Pero hay otras: peronistas de distintas subespecies sustraídos por el "lavagnismo" y el "telermismo" aprovechándose de que peronistas hay a montones. Los radicales, aparte del bocado gourmet de Lavagna, sustraen de donde pueden: que cada vez es más poco. Y en cuanto a las sustracciones de pobres -que también los hay a montones- a la moda se acaba de incorporar el "macrismo". Los pobres son los más expuestos a ser sustraídos. No tienen nada para que se les sustraiga, pero resultan imprescindibles para que el que sustrae tenga su baño de humanismo. Al único político al que nadie le intenta sustraer nada es a López Murphy, porque no hace nada para ofrecer tentaciones. Filmus ya mismo debería sustraerle algo a algún sector, si es que todavía queda algo sin haber sido sustraído. ¿Y Elisa Carrió? Ella que ha renunciado a tanto, también renuncia a las sustracciones. Ahora a lo único que le falta renunciar es al renunciamiento. Hay obispos y rabinos que les sustraen votos a los políticos. Hay líderes piqueteros duros que le sustraen las últimas migajas de razón a sus provocaciones. Este fenómeno de sustraendos no tiene nada de raro. Pasa en el fútbol: la AFA le sustrae el técnico a Boca, Boca le sustrae el técnico a Vélez y Vélez el técnico a Boca y en cualquier momento el barra brava Di Zeo será sustraído por la Justicia. Sobran las sustracciones. Los contribuyentes se sustraen ingresos para la declaración jurada, el ministerio de economía sustrae forzadamente décimos al índice inflacionario y se le sustraen beneficios de la coparticipación a la provincia de Buenos Aires. Pero también se le sustraen méritos legítimos al Gobierno desviando la vista para no verlos. La lógica de la oposición es oponerse. Pero no a todo. Porque eso significa sustraerle a la función de oponerse su legitimidad crítica. Si todo es "no", es porque se está sustrayendo el "sí". Pero también el Presidente, con la confrontación, sustrae la posibilidad de integración en la diversidad, y los opositores, al plagiar la confrontación del Gobierno, sustraen a su vez la alternativa de alejar la discordia. Las sustracciones nos conciernen a todos. Incluyendo a los que sustraen textos ajenos para apropiarse de su autoría y ganar un premio literario, y a los que le sustraen a las ideologías sus últimos vestigios arqueológicos para imponer más sobradamente el agnosticismo del mercado que ya tendrá igual envejecimiento. La mayor, la más grande sustracción es la de la izquierda por la derecha. Sobran los gobiernos de izquierda que se derechizan, pero no se izquierdiza ni un sólo gobierno de derecha. Lo que prueba la atracción que produce la sociedad de consumo. Y por más que el finado Baudrillard la objetó largamente sin resultado, la sociedad de consumo sigue creciendo más que la China. Hay sustracciones en cualquier ramo. Los noticieros sustraen los verdaderos índices de la tragedia aumentándolos en la pantalla hasta producir miedo. Ya hay telespectadores sustraídos de la tranquilidad, más por las exageraciones mediáticas que por los ladrones. Hay tanta incitación al terror que la gente pronto querrá irse a dormir con pijama y chaleco antibalas. Y está la sustracción que se le hace a gran parte del periodismo convirtiéndolo en entretenimiento. Y viceversa: cómo el entretenimiento le sustrae el envase al periodismo para que el destinatario se desoriente y no sepa si se trata de noticias o de fantasías y farsas guionadas. Están naciendo fusiones monstruosas de "periodistas-entretenedores". Aunque todavía su hábitat son los medios y no el parque de diversiones. Sustraer es una lógica que aprovecha que ya casi no hay sustraídos que ofrezcan resistencia. Si hasta el otro día la lluvia le sustrajo a Buenos Aires el eclipse de luna.

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